La Verraquina

SENDA LITERARIA - > Sin adjetivos ni colorantes. Begoña Gómez Pérez

En las orillas del Tiétar,
terrazas contra pendientes,
colman de tierra los suelos
para cultivar pimiento.

Parece que un monasterio
acogió la novedad
del cultivo y el cuidado
de esta planta de ultramar.

Además de cocinarlo,
su aroma quiso guardar
y en clima con mucha lluvia…
al humo lo hizo secar.

Luego lo molió y guardó
para su esencia gustar.

Cambió el color de los platos;
los trabajos y faenas,
el tiempo de los festejos,
las canciones, las cosechas.

El sabor en embutidos;
la acidez y la conserva,
el picor según el gusto
y diferentes bellezas.
Paladear la comida,
ha sido, es y será,
heredad, hogar y gusto
de infancia y ancianidad.

La porrada de recetas,
no sólo son las de aquí,
es un acervo de bienes
que recorre este país
y que dan para un archivo
que seguro pasa el mil.

Se asocia a otras certezas:
color de unos sentimientos
que encienden, como el amor
y que queman. como el miedo.

Identidades forjadas
en el trancurso del tiempo.
y la industria de los pueblos
convirtió en productores,
al campesino que seca
el pimiento en su casa
—secaderos de corrales—
como casitas de duendes,
con sus techos de maderas,
de tablillas y rendijas
para el humo aspirar,
de los robles y encinas
que en el suelo arderán.
Luego se lleva al molino

que antes estaba en el pueblo.
Un color como ladrillo
en los árboles y suelos,
cuando del molino sale
el polvo, en los recuerdos.
El olor, de infancia pleno,
—¡ya ha llegado el otoño!—
en las calles y el recreo,
las narices pican, llenas,
de trocitos de pimiento.

Los molinos hacían ruido
semejantes a los truemos,
son gigantes del Quijote
y nos producian terror
con tanto estremecimiento…
comprendíamos el valor
de hscer trizas el pimiento
para hacer el pimentón.

Molineros, se hacen ricos,
exportadores —llamados—
para tapar el abuso
de ser un intermediario,
que puja por un sustento.

En los campos, un vergel
de plantas y frutos lleno.
Las mujeres son cayadas
con pañuelos y sombreros,
recogiendo los colores,
de los frutos del momento,
del verano que ya acaba,
y volvían hacia el pueblo.

El pimentón cambió el signo
de la vida de La Vera.
Impresiones, sensaciones,
presentimientos, objetos,

Begoña Gómez Pérez

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Cesar Martín Ortíz